Sobre Territorios de la memoria de Ingrid Roddick por Patricia Piñero
Inventa la memoria otro presente.
Así me inventa.
Se confunde
el hoy con lo vivido.
Octavio Paz
Tal vez, sólo tal vez, la obsesión que tenemos algunos por dejar un registro tangible de
nuestras vidas, no sea más que una estrategia para tener algo a que aferrarse, algo que nos permita recordar.
nuestras vidas, no sea más que una estrategia para tener algo a que aferrarse, algo que nos permita recordar.
La obra de Ingrid Roddick entre muchas posibilidades, nos ofrece la reflexión acerca de la práctica de la observación con serenidad y humildad de aquello que nos rodea.
Conecta espacios íntimos con vastos territorios, se mueve con minuciosidad entre diminutos
coirones y
explosivas cascadas.
Nos obliga a cambiar de escala, llevándonos por caminos de percepción que habilitan un juego donde la memoria y el olvido se entrelazan para recorrer los lugares de la infancia, adolescencia y adultez.
Ingrid construye mapas donde los detalles son signos en los que podemos decodificar
señales que nos llevan desde el extrañamiento de los lugares conocidos hacia la intimidad que se vislumbra en la lejanía, provocando los más variados sentimientos.
Mapas en los que el territorio de pronto se convierte en la piel de un recuerdo, existente o
inventado, fundiendo el hoy con el pasado.
Mapas donde al observarlos podemos sentirnos convocados a intervenirlos con nuestros
propios diálogos, imágenes y sensaciones, y así reinventarnos.
Hacerlo tantas veces como nuevas narraciones de nosotros mismos seamos capaces de crear, descubriendo nuevas biografías en nuevos mundos posibles. Desde esta
perspectiva, probablemente en el presente no contemos lo mismo que contaremos
dentro de 10 años acerca de este instante vivido. Nuestras experiencias irán
transformando nuestro recuerdo.
Memoria y olvido, aparecen rítmicamente en este recorrido, dos condiciones esenciales para el viajero. Paul Bowles, en “El cielo protector” nos habla del turista como alguien que piensa en regresar a casa desde el momento mismo en el que llega a algún lugar… mientras que un viajero tal vez nunca regrese.
En sintonía con las reflexiones de Martín Kohan en Zona Urbana, frente a los textos de
Walter Benjamin, cuando Ingrid en su obra nos lleve a un lugar, lo hará desde una
mirada poética, donde el deambular de las ideas, acompañado del estudio riguroso le
permitirá leerlo, experimentarlo, abarcarlo desde todos sus puntos cardinales, reconocer
en él lo original, lo irrepetible, lo que perdura.
mirada poética, donde el deambular de las ideas, acompañado del estudio riguroso le
permitirá leerlo, experimentarlo, abarcarlo desde todos sus puntos cardinales, reconocer
en él lo original, lo irrepetible, lo que perdura.
Nos acompañará a transitar una ciudad, su ciudad, donde están todas las ciudades, por el cruce de códigos, por la exclusión y los excluidos, donde se mezclan la pereza y la mendicidad con el trabajo y el comercio, el arte, la fiesta y el espectáculo, la prosperidad y la decadencia, lo sagrado y lo profano, lo público y lo privado.
Regresar es mirar, recordar, reconocer la ciudad y a su vez, ser
mirada, reconocida y recordada por la ciudad. W. Benjamin
mirada, reconocida y recordada por la ciudad. W. Benjamin
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